¿Como? dirán algunos.
Corría una hora imprecisa de la tarde en la cual debí volver a la oficina. Aquellos que nos tomamos a diario el subte, sabemos que hay horas en las cuales es preferible ver 4 horas y medias de CFK hablar sobre como todo el planeta quiere derrocarla, que subirse ahí. Pero en fin, necesitaba ir. Y rápido.
Caminé mis cuadras, compré mi ida y no mi vuelta. Bajé la mecánica. Poca gente. Extraño. Pero quien era para quejarme, ¿no?.
Llegó el subte, no colmado. Extraño. En fin, subí. No me senté. No tenía ganas.
Mientras avanzaba el subte escuchaba varias conversaciones. No hacia calor. Veía sonrisa, no había gente amontonada. WTF, era mi pensamiento.
Sube una embarazada. Asiento cedido en 1.2 microsegundos. Que día tan único. Gente que pedía indicaciones y todo el mundo parecía saber. Llegué a mi estación y me bajé. Caminé con un clima ideal, sin lluvia, medio nublado, medio despejado. Ideal.
En la oficina, sin problemas, terminé y me volví.
Que felicidad. SAN PATRICIO, sin dudas. Subte de nuevo.
HASTA LAS MANOS.
Si, señores y señoras, estimado lector y lectora. Se acabo ese cuento de hadas. Si, si. Hasta las manos. 7.12 millones de personas amontonadas, sudorosas, insultando, exultando y expulsando su vida cual cerveza de barril Saint Patrick (porque en inglés tiene mas clase).
Uff. Uff, la única expresión. Calor. Fastidio. El subte lento. Frenado. Mas gente, mas calor. Mas lento. Si, QUE LINDO SAN PATRICIO!!
Mi remera, una marca de agua divina. Mi humanidad, completamente manoseada cual cacheo policial violento.
Si, San Patricio llegó al SUBTE D, y se lo tomaron todos.

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